Las enfermedades crónicas irreversibles
progresivas con gran impacto en la calidad de vida que no son de origen
oncológico, sino producto de algún deterioro orgánico, sea cardíaco, pulmonar,
renal, hepático y neurológico, también son susceptibles de ser abordadas por
los servicios de cuidado paliativo, que así estos pacientes no se encuentran en
una condición terminal de la enfermedad; el hecho de padecer patologías que
durante el tiempo van avanzando, deteriorando y afectando la percepción de
calidad de vida y vida digna del paciente y del entorno familiar, nos obliga (desde
lo moral, lo ético y lo jurídico), a los profesionales que estamos entrenados y
dedicados al cuidado paliativo y de fin de vida (medicina, enfermería, psicología,
trabajo social, terapia ocupacional, etc) a procurar un abordaje integral
biopsicosocial-espiritual y familiar, desde los cuidados paliativos, entendiendo
estos como una forma de cuidado, no solo como una medicalización y tecnificación
de la atención en salud en patologías no curables y/o terminales.
Así los cuidados paliativos en sus
inicios estuvieran enfocados a los pacientes con enfermedades terminales y
situaciones de fin de vida específicamente oncológicos (cáncer), en la
actualidad van dirigidos al abordaje integral de pacientes con enfermedades
crónicas y progresivas procurando dar un acompañamiento, manejo y tratamiento
de todas las condiciones propias de la enfermedad desde lo interno hasta el
entorno.
Comparto este documento que siendo de
hace 10 años planteaba esta necesidad y que al día de hoy nos enrostra que seguimos
en deuda con la sociedad y no es sólo en pacientes con enfermedad terminal en
fase final y/u oncológico, al que se le debe procurar tratamiento o cuidado
paliativo, también debe cubrir las necesidades del paciente que tenga una
enfermedad crónica y que por su evolución se espere y se aspire, pierda
progresivamente calidad de vida desde lo biológico, lo psico-emocional, lo
espiritual con repercusión en su entorno y grupo familiar.
Aun es momento de actuar, le
envejecimiento, la enfermedad y el morir no pararan y es nuestro deber caminar
a la misma velocidad de estas circunstancias e incluso más rápido, para
procurar un retroceso y deterioro con calidad de vida o en su defecto con mayor
confort, cuando la calidad de vida desde el paciente, no sea susceptible de ser
devuelta.
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Juan David Osorio G.
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